La exposición ‘Sospechosos’ reúne a los profesionales que ofrecieron una nueva visión de la vida cotidiana del Berlín de entreguerras
El escritor Franz Hessel (1880-1941) teorizó en su libro Paseos por Berlín (1929) sobre el nacimiento de un nuevo tipo de urbanita, el flâneur, ese pequeñoburgués que podía permitirse caminar despreocupado por la ciudad y descubrir, con una nueva mirada, rincones antes inadvertidos. En esa manera distinta de percibir la metrópoli fue clave el papel de la fotografía. La galería madrileña Casa Sin Fin (que lleva poco más de un año en esa cuesta del arte que es la calle del Doctor Fourquet) ha recuperado fotos de aquellos profesionales —que dieron un giro a su oficio en el Berlín de entreguerras— para su exposición Sospechosos. Flâneur en Berlín, título que procede de uno de los capítulos de la obra de Hessel. Al fin y al cabo, un tipo que deambulaba despacio por la ciudad mientras todos a su alrededor caminaban deprisa era sospechoso a ojos de sus paisanos.
En la muestra de Casa Sin Fin hay instantáneas de fotógrafos como Friedrich Seidenstücker, con sus tomas cenitales de berlineses en los cafés de la capital y de momentos cotidianos sin importancia; las de la pareja Sasha y Cami Stone; las fotos de industrias que realizó Paul Wolff o el fotolibro Berlín, del refinado Mario Bucovich. «Para estos profesionales, la ciudad era un organismo vivo», dice Julián Rodríguez, comisario de la exposición junto a Irene Antón. «Ellos contaron cómo se estaba transformando una sociedad que parecía vivir la belle époque de París diez años después».
El trabajo de estos reporteros quedó reflejado en un libro célebre, Menschen auf der Strasse (Gente en la calle, 1931) de J. Engelhorns Nachf, en el que expresaban la máxima de Hessel: «Conceded a la ciudad un poco de vuestro amor por el paisaje», como escribió el padre del recientemente fallecido Stéphane Hessel.
República de Weimar
Los fotógrafos de esos últimos años de la República de Weimar publicaron en las mismas revistas, viajaron por Europa y «catalizaron un momento especial en la técnica de la fotografía y en la historia de su país», señala Rodríguez. Sin embargo, su suerte fue dispar, mientras Seidenstücker (1882-1966) «era reconocido y trabajó para instituciones», Peter Weller (1868-1940) tuvo gran éxito con su estudio berlinés al que acudieron a aprender de él, entre otros, Robert Capa. Wolff (1887-1951), difusor de las nuevas maravillas de la máquina Leica, se ocupó de la foto fija de las películas propagandísticas de la cineasta Leni Riefenstahl y Mario Bucovich (1884-1950) se hizo popular por retratar a las estrellas del cine alemán.
Distinta fue la situación del matrimonio Cami y Sasha Stone (uno de cuyos fotolibros también se expone) por su ideología antinazi. En el caso de Erika Groth-Schmachtenberger (1906-1992), los seguidores de Hitler usaron sus series Trabajos en el campo y Usos y costumbres para idealizar la raza aria.
El tornado de la guerra mundial provocó que la obra de algunos de ellos se destruyera o dispersara. «Lo que hizo el matrimonio Stone está aún por descubrir», destaca Rodríguez: Cami (1898-1975) fue una de las pioneras del fotoperiodismo y de la nueva fotografía publicitaria. La vida de su esposo, Sasha (1895-1939), merece una película: nació en San Petersburgo, se marchó a Nueva York, estudió escultura en París y Berlín, fue conocido por sus retratos de desnudos femeninos y murió cuando intentaba huir de la guerra para escapar a EE UU. Seidenstücker «está cobrando cada vez más valor» por su obra sobre el Berlín en ruinas.
El legado de estos fotógrafos fue enseñar el nuevo escenario berlinés, la luz de una ciudad que, como dijo Hessel, «estaba en el trance de convertirse en algo diferente».
elpais.com, Cultura, Manuel Morales (11/03/2013)