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La fotografia que bajo a la calle

La exposición ‘Sospechosos’ reúne a los profesionales que ofrecieron una nueva visión de la vida cotidiana del Berlín de entreguerras

 

 

Foto de Friedrich Seidenstücker.

El escritor Franz Hessel (1880-1941) teorizó en su libro Paseos por Berlín (1929) sobre el nacimiento de un nuevo tipo de urbanita, el flâneur, ese pequeñoburgués que podía permitirse caminar despreocupado por la ciudad y descubrir, con una nueva mirada, rincones antes inadvertidos. En esa manera distinta de percibir la metrópoli fue clave el papel de la fotografía. La galería madrileña Casa Sin Fin (que lleva poco más de un año en esa cuesta del arte que es la calle del Doctor Fourquet) ha recuperado fotos de aquellos profesionales —que dieron un giro a su oficio en el Berlín de entreguerras— para su exposición Sospechosos. Flâneur en Berlín, título que procede de uno de los capítulos de la obra de Hessel. Al fin y al cabo, un tipo que deambulaba despacio por la ciudad mientras todos a su alrededor caminaban deprisa era sospechoso a ojos de sus paisanos.

 

En la muestra de Casa Sin Fin hay instantáneas de fotógrafos como Friedrich Seidenstücker, con sus tomas cenitales de berlineses en los cafés de la capital y de momentos cotidianos sin importancia; las de la pareja Sasha y Cami Stone; las fotos de industrias que realizó Paul Wolff o el fotolibro Berlín, del refinado Mario Bucovich. «Para estos profesionales, la ciudad era un organismo vivo», dice Julián Rodríguez, comisario de la exposición junto a Irene Antón. «Ellos contaron cómo se estaba transformando una sociedad que parecía vivir la belle époque de París diez años después».

 

El trabajo de estos reporteros quedó reflejado en un libro célebre, Menschen auf der Strasse (Gente en la calle, 1931) de J. Engelhorns Nachf, en el que expresaban la máxima de Hessel: «Conceded a la ciudad un poco de vuestro amor por el paisaje», como escribió el padre del recientemente fallecido Stéphane Hessel.

 

 

República de Weimar

 

 

 

Los fotógrafos de esos últimos años de la República de Weimar publicaron en las mismas revistas, viajaron por Europa y «catalizaron un momento especial en la técnica de la fotografía y en la historia de su país», señala Rodríguez. Sin embargo, su suerte fue dispar, mientras Seidenstücker (1882-1966) «era reconocido y trabajó para instituciones», Peter Weller (1868-1940) tuvo gran éxito con su estudio berlinés al que acudieron a aprender de él, entre otros, Robert Capa. Wolff (1887-1951), difusor de las nuevas maravillas de la máquina Leica, se ocupó de la foto fija de las películas propagandísticas de la cineasta Leni Riefenstahl y Mario Bucovich (1884-1950) se hizo popular por retratar a las estrellas del cine alemán.

 

Fotolibro ‘Berlín’, de Mario Bucovich, que se muestra en la exposición ‘Sospechosos. Flâneur en Berlín’.

Distinta fue la situación del matrimonio Cami y Sasha Stone (uno de cuyos fotolibros también se expone) por su ideología antinazi. En el caso de Erika Groth-Schmachtenberger (1906-1992), los seguidores de Hitler usaron sus series Trabajos en el campo y Usos y costumbres para idealizar la raza aria.

 

El tornado de la guerra mundial provocó que la obra de algunos de ellos se destruyera o dispersara. «Lo que hizo el matrimonio Stone está aún por descubrir», destaca Rodríguez: Cami (1898-1975) fue una de las pioneras del fotoperiodismo y de la nueva fotografía publicitaria. La vida de su esposo, Sasha (1895-1939), merece una película: nació en San Petersburgo, se marchó a Nueva York, estudió escultura en París y Berlín, fue conocido por sus retratos de desnudos femeninos y murió cuando intentaba huir de la guerra para escapar a EE UU. Seidenstücker «está cobrando cada vez más valor» por su obra sobre el Berlín en ruinas.

 

El legado de estos fotógrafos fue enseñar el nuevo escenario berlinés, la luz de una ciudad que, como dijo Hessel, «estaba en el trance de convertirse en algo diferente».

 

 

elpais.com, Cultura, Manuel Morales (11/03/2013)

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Un negativo de Centelles a precio de pan

 

 

Los hijos del fotógrafo sopesan retirar el fondo publicitario cedido al Estado a cambio de impuestos
La medida no afectaría al archivo periodístico comprado por 700.000 euros en 2009

 

 

 

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Salvador Dalí, en su casa de Port Lligat en 1956 / Agustí Centelles

A efectos fiscales, un negativo publicitario de Agustí Centelles equivale aproximadamente al precio de un kilo de arroz basmati, dos litros escasos de gasolina o un periódico de domingo: 2,76 euros. A los hermanos Centelles, Sergi y Octavi, no les ha gustado un ápice la valoración de los negativos de la colección publicitaria e industrial de su padre realizada este año por la Administración para pagar sus impuestos. “Si el primer año se valoró a la baja en 15 euros, la última valoración solo puedo considerarla o un error o una broma de mal gusto”, sostiene Octavi Centelles, que se plantea suspender el comodato mediante el que cedían 5.400 negativos pertenecientes a la colección publicitaria e industrial del estudio de su padre a cambio del pago de impuestos durante cuatro años. Las valoraciones de bienes artísticos entregados al Estado para saldar deudas tributarias dependen de una comisión en la que están representadas Cultura y Hacienda. Pero, según una portavoz de Cultura, actúa con cierto automatismo: “No ha habido un cambio en la valoración por criterios técnicos. Ellos ofrecen un número determinado de negativos y la comisión los acepta por los impuestos de este año, que son menores que el anterior”. En el ejercicio fiscal de 2011, liquidado el año pasado, los Centelles tuvieron que afrontar el pago de impuestos por los ingresos extraordinarios por la venta del valioso archivo periodístico de su padre al Ministerio de Cultura por 700.000 euros.

 

Tras la dación en pago realizada en 2012 el Estado también se ha convertido ya en propietario de casi la cuarta parte de las imágenes del fondo publicitario e industrial, aunque los hermanos Centelles siguen conservando la titularidad sobre unos 4.050 negativos. Estos son los que, llegado el caso de la retirada, podrían salir de Salamanca y acabar en manos privadas. Joaquín Gasca, representante de los hermanos Centelles, asegura que el precio de mercado de estos 4.050 negativos puede alcanzar los 200.000 euros. “La valoración debe tener en cuenta no solo el precio de compra del soporte, sino también considerar que se compra el uso comercial de dichas fotografías y la revalorización de Centelles desde 2009”, sostiene Gasca.

 

Foto publicitaria de soldaduras. / Agustí Centelles

Incluso en el caso de que los herederos del fotógrafo rompan su acuerdo con Cultura, esto no afectaría al fondo más valioso, el periodístico —comprende unos 12.000 negativos— que están depositados en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, tras ser adquirido en 2009 por 700.000 euros.

 

En el acuerdo de compraventa figuraban también otras exigencias como la difusión de la obra de Agustí Centelles mediante exposiciones —se realizó una, Centelles in edit oh, en Nueva York en 2012— y la creación de un espacio con su nombre en el nuevo Centro Documental de la Memoria Histórica de la plaza salmantina de los Bandos, aún inacabado. Octavi Centelles se queja de que en los últimos meses solo han recibido largas y ningún compromiso firme de Cultura para organizar la muestra antológica en Salamanca. Ayer, desde la Secretaría de Estado de Cultura, aseguraron que la exposición está prevista aunque no se haya fijado la fecha, y que trasladarán esta información a la familia en los próximos días.

 

Octavi Centelles considera “una broma de mal gusto” la tasación

Agustí Centelles i Ossó (Valencia, 1909 – Barcelona, 1985) fue uno de los grandes reporteros españoles del siglo XX, autor de una valiosa colección sobre la Guerra Civil y de la vida en los campos de concentración de los refugiados huidos en 1939, como el de Bram (Francia), donde el mismo permaneció internado un tiempo.

 

Al regresar a España del exilio, Centelles pasó por un proceso de depuración y castigo de las autoridades franquistas, que le prohibieron reanudar su trabajo como fotorreportero. Para seguir viviendo de su cámara, Centelles se volcó en la publicidad y la fotografía industrial. En esta etapa, desde 1947 y hasta los ochenta, trabajó para conocidas firmas como Codorniú, Chupa-Chups, Myrurgia o Siemens, además de retratar a personajes de la época como Salvador Dalí, Federico Martín Bahamontes o Xavier Cugat.

 

La venta de su archivo periodístico al Estado suscitó un gran malestar en la Generalitat, aunque la familia se quejó de que habían desdeñado su obra hasta ese momento. A pesar del malestar actual de Sergi y Octavi con Cultura, han decidido depositar en Salamanca el fondo documental de su padre, donde se conservan cartas y recibos, incluidos los de su etapa periodística.

 

El País, Cultura, Tereixa Constenla  (08/03/2013)

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El fotografo Joan Fontcuberta, primer espanol que gana el Premio Hasselblad

 

 

El fotógrafo ya había participado como jurado en ediciones anteriores

 

 

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Una fotografía de Fontcuberta sobre el talibán Fasqiyta- Ul Junat para un reportaje del 2008.

 

 

 

El fotógrafo Joan Fontcuberta ha ganado este jueves el Premio Internacional de Fotografía Hasselblad, uno de los más importantes del mundo, dotado con un millón de coronas suecas -unos 110.000 euros- con lo que se convierte en el primer fotógrafo español que recibe el galardón.

Por este motivo, la proclamación del ganador del premio ha tenido lugar en un acto convocado hoy en Barcelona, y el galardón le será entregado esta tarde a Fontcuberta en el Ayuntamiento de la capital catalana.

El director de la Fundación Hasselblad, Bo Myhrman, ha destacado la trayectoria profesional de Fontcuberta, a quien ha calificado como «uno de los fotógrafos contemporáneos con más inventiva, con más de treinta años de trabajo constante, con una obra original», con la que «no ha dejado de investigar y cuestionar el medio fotográfico».

 

 

'Por qué no le dices', 1973. | J. Fontcuberta
‘Por qué no le dices’, 1973. | J. Fontcuberta
El ganador de la edición número 33 de este galardón ha bromeado al señalar que estaba en «una nube» al integrar una lista en la que también están los reconocidos Cartier-Bresson o Richard Avedon.

Ha agradecido el premio por ser «un gran honor y, al mismo tiempo, una responsabilidad, porque genera muchas expectativas». «Ojalá -ha proseguido- esté a la altura» de esos profesionales.

 

Inesperada sorpresa

 

Ha rememorado que con la Fundación Hasselblad ya había colaborado en ocasiones anteriores, incluso ejerciendo como jurado en una pasada edición. No ha ocultado que al recibir la primera llamada procedente de Suecia tardó en contestar porque pensaba que sería un galerista de Estocolmo con el que está preparando ahora una exposición en esa ciudad y que iba a reclamarle unas imágenes que aún no le había entregado.

Cuando, finalmente, se puso al teléfono y le comunicaron que sería el próximo ganador del premio, ha reconocido que le provocó un estado de «shock», no sin antes pensar que igual le estaban engañando.

«Hasta que no recibí por escrito un correo electrónico que ratificaba el premio mantuve mis dudas. Dudar es muy saludable, es una manera de poner una pequeña barrera de escepticismo, de frenar el exceso de entusiasmo, que puede ser dramático», ha precisado.

Reconocido fotógrafo conceptual, además de escritor, editor, comisario y profesor, Fontcuberta crea con su obra un universo visual en el que siempre están estrechamente entrelazados los conceptos de verdad y ficción, algo que subraya el acta del jurado, formado por Ute Eskildsen, Thomas Joshua Cooper, Marcel Feil y Agnès Sire.

Joan Fontcuberta ha indicado que el premio le sirve de estímulo y es una motivación para intentar demostrar que es «merecedor del mismo». «No será una especie de defunción, de pasar al panteón de los cadáveres ilustres», ha apostillado.

Todo lo contrario, ha advertido que continuará trabajando en sus proyectos interdisciplinarios, con la imagen como protagonista, «usándola, no de manera complaciente, sino -ha precisado- para saber más de nosotros mismos». El miembro del jurado Marcel Feil ha destacado que sus proyectos cada vez adquieren más importancia, especialmente, porque «invitan a pensar».

 

Reconocimiento, prestigio y dinero

 

El premio Hasselblad toma el nombre del industrial y fotógrafo sueco Victor Hasselblad, inventor de la réflex Hasselblad 6 x 6 centímetros de lente única y de la 1600F, elegida por muchos fotógrafos profesionales y que en 1969 se hizo mundialmente famosa cuando la NASA la escogió para el primer viaje a la luna.

El premio, que se instituyó a partir de 1980 en la ciudad de Göteborg, ha recaído en anteriores ediciones en artistas como Henri Cartier-Bresson, Sebastião Salgado, Richard Avedon, Robert Frank, Sophie Calle y el año pasado en el británico Paul Graham.

El premio está dotado con un millón de coronas suecas, unos 110.000 euros, un diploma y una medalla de oro. Está previsto que en octubre se inaugure una exposición con la obra de Joan Fontcuberta en el Hasselblad Center de Göteborg, comisariada por Dragana Vujanovic y Louise Wolthers.

 

 

elmundo.es, EFE (07/03/2013)

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The Brown sisters

 

 

Los temas preferidos del fotógrafo estadounidense Nicholas Nixon son la enfermedad y la vejez. Su trabajo más conocido, Las hermanas Brown, fue un proyecto comenzado en 1975 y constituye una obra artística única, ya que de alguna manera cobija ambas preocupaciones, la salud y el ocaso de la vida. Sin embargo, esas imágenes nos llevan a otro lugar, a otra zona de reflexión y percepción. Las Brown son cuatro hermanas, una de ellas, Beverly (Bebe) Brown, pareja de Nixon, a quien el artista viene fotografiando desde 1975 hasta la fecha.

 

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‘Las hermanas Brown, 1975’, Nicholas Nixon, Colecciones Artísticas Fundación Mapfre ©

 

 

La Fundación Mapfre ha publicado el registro de treinta y cinco años, desde el inicio de la serie hasta 2010. A través de las fotos vamos viendo cómo las cuatro mujeres unidas, ya sea físicamente a través de abrazos o bien por el roce pero siempre, desde su actitud, aferradas por el vínculo fraternal, van mutando con el paso del tiempo y cómo, a su vez, el tiempo es cincelado por estas mujeres que nos narran su novela de vida en primera persona. Página a página vemos cómo van transformándose los rostros, los cuerpos y, fundamentalmente, las miradas que en cada imagen narran una experiencia distinta. Solo quienes son padres y ven crecer a sus hijos día a día pueden acceder en la vida a una narración similar, ya que en los pequeños cambios de los niños se puede ver la piel del tiempo mudar en tan imperceptibles modificaciones. Si, en cambio, en lugar de ir de una en una saltamos seis o siete páginas, notamos un cambio visible, y hacia el final la sensación es de vértigo porque hemos adelantado el reloj del relato muchos años y nos encontramos con la madurez de aquellas jóvenes.

 

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‘Las hermanas Brown, 1999’, Nicholas Nixon, Colecciones Artísticas Fundación Mapfre ©

 

 

Si escogemos una chica al azar y vamos siguiendo con atención su devenir a través de las fotografías, podremos leer un relato análogo al que ofrece el cielo de una ventosa mañana otoñal, que en el transcurso de pocos minutos pasa de una diáfana claridad a opacarse por la presencia de nubes, que luego se disipan dando lugar a la luminosidad anterior y, sin respiro casi, otra vez nublarse, dejando escapar alguna chispa de agua antes de volver a recuperar la luz. Así de lábil se presenta la mirada de cada una de estas mujeres sometidas, como todos, a las inclemencias del tiempo. Algo bello de observar porque, como afirma Antonio Muñoz Molina en su prólogo a la obra (Las hermanas Brown, 1975-2010, TF Editores, Fundación Mapfre, Madrid, 2011), “el tiempo no tiene por qué destruir la belleza, igual que la costumbre no gasta el amor, lo pule igual que pule una herramienta el trabajo de las manos”.

Ahora bien, si se observan estas fotografías desde el miedo, lo que se ve en ellas es la sensación de pérdida de lo que se tiene. Porque las hermanas Brown, de alguna manera, muestran el triunfo de la salud con todo lo que ello implica, no ya solo la salud en términos clínicos, en tanto ausencia de enfermedad que fracciona o quita la vida, sino la salud de poder desarrollar un proyecto vital que es otra de las cosas que cuenta esta historia. Podemos ver en alguna de las fotos, si observamos con atención, alguna señal de una dolencia, incluso grave, pero en el rostro de la afectada vemos cierta templanza frente al mal, no un desafío sino un diálogo, grave, pero diálogo al fin, como aquel que intentamos cuando nos dicen algo que nos desagrada y en lugar de enfadarnos tratamos de entender por qué.

 

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‘Las hermanas Brown, 1998’, Nicholas Nixon, Colecciones Artísticas Fundación Mapfre ©)

 

 

Una o dos páginas después, vemos con alivio que el escollo ha sido superado. Desde el miedo, desde el temor que cruza nuestro tiempo, este diálogo es imposible. Porque en lugar de leer la totalidad, como un relato de vida, se paraliza la lectura pensando en la imagen que no está, en la del siguiente año, en lo que vendrá y allí surge el pánico, ¿vendrá? Escribe Muñoz Molina que “llegará un día en el que falte una de las cuatro presencias, o en la que ya no esté ese testigo cuya sombra se vislumbra de vez en cuando sobre ellas. La novela va escribiéndose sola y será ella sola quien encuentre su fin. La fotografía, al fin y al cabo, es sobre todo el arte de retratar fantasmas”. Esto que, como decía John Keats es, en definitiva, la belleza de la verdad, la verdad de esta obra que nos ayuda a entender la vida y convivir con ella desde su sentido más profundo. El miedo a perder lo que se tiene borra esta lectura reflexiva y solo permite ver en ella el final.

 

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‘Las hermanas Brown, 2000’, Nicholas Nixon, Colecciones Artísticas Fundación Mapfre ©)

 

 

No sabemos qué pasó en el año 2000 en la vida de las hermanas Brown, pero esa vez posan abrazadas, conteniendo cada una de ellas a las demás; un núcleo duro que se aferra a sí mismo para enfrentar ¿la adversidad? o simplemente la contingencia, lo temporal que se fuga sin que la mirada lo pueda retener: solo Nixon consigue con esta imagen atrapar aquello que ya se ha ido. Once años después, vemos a dos de ellas seguir con los ojos, con firme resignación, ese movimiento. Las otras dos nos miran. ¿Qué ven? Ven cómo mutamos. Basta con levantar los ojos de la pantalla e ir al espejo más cercano para ver que ya no somos los mismos, nosotros, los de entonces –como decía Neruda–, quienes empezamos a leer este artículo y a mirar las fotografías de estas mujeres, nuestras contemporáneas.

 

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‘Las hermanas Brown, 2011’, Nicholas Nixon, Colecciones Artísticas Fundación Mapfre ©)

 

En Diario Kafka, esta semana, estamos reflexionando sobre el diseño. Solo he querido detenerme en un diseñador que está omnipresente y tal vez por eso vivimos desatendiéndolo: el tiempo.

 

 

eldiario.es, Diario Kafka, Miguel Roig (06/03/2013)

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Antoine D Agata, fotografia yonki en Paris

 

El fotógrafo de Magnum se reencuentra con el lado oscurísimo en París

 

 

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Después de décadas de nomadismo, el apátrida se ha comprado 30 metros cuadrados de sosiego en Arles, la capital estival de la instantánea. Para tomar aire. Su pequeño estudio en esta localidad del sur francés es el entreacto de su gigantesca función, la que inició hace 20 años, cuando disparó el primer negativo entre tinieblas. Desde entonces Antoine D’Agata no ha dejado la noche, su lugar en un mundo cuyo lado oscuro ha retratado sin tregua.

Tras años en las mazmorras, este marsellés sale del abismo para poner el acento en el mensaje político que hay tras su objetivo. Su grito de denuncia se llama ‘Anticuerpos’ y ocupa las salas del centro Le Bal, en París. Habla de la violencia del mundo y sus efectos en los cuerpos rotos por la bofetada que la realidad les ha dado.

Su obra es un espejo incómodo que habla de la violencia sonámbula, la de los prostíbulos y las drogas. Aunque esta violencia nocturna, explica el artista a ELMUNDO.es, es sólo un reflejo de la diurna, la institucional. «La violencia es algo universal: la económica, la del trabajo, la de la guerra, la explotación. Yo documento el sufrimiento del mundo en el que vivimos todos y como éste habita en los cuerpos».

‘Anticuerpos’ habla del individuo que intenta sobrevivir a ese azote sibilino que erosiona desde la penumbra la carne. «Sus heridas son en realidad un antídoto a la muerte, a ese mal que se le inflige desde los distintos ámbitos«, explica. En sus retratos amorfos, sus desnudos cadavéricos de mujeres de la calle y sus torsiones enfermas y fantasmales habita «una forma de dignidad, de pureza», de pulsión de supervivencia.

 

 

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Heridas

 

Sus cuerpos hablan de una herida que supura para expulsar el daño, intentan buscar su lugar en esa existencia tortuosa. El propio d’Agata participa en esa marginalidad con su propia carne maltratada, torturada a pinchazos de adicción. Por eso la exposición es una autobiografía, recorre el descenso a los infiernos del artista.

«He tratado de darle coherencia a todo mi trabajo, de intentar que se entienda mejor su lado político. Hasta ahora solo había mostrado el extremo de la violencia de noche, pero ese es solo el revés de la moneda. Por primera vez quería poner la violencia de la noche en el contexto de la violencia del día. Mostrar cómo esos dos mundos coexisten», explica.

Sus escenas de sexo con prostitutas, sus autorretratos y sus escorzos desnudos son incómodos de mirar. El propio Antoine lo reconoce. Dice que si no formara parte de la prestigiosa agencia Magnum la gente le tomaría por un loco. Cree que ahora el espectador sí está más preparado para entender su trabajo. La crisis ha extendido esa violencia que antes solo sufrían algunos. Ahora todos nos vemos reflejados en el mismo espejo, víctimas de una misma maquinaria que deslavaza cuerpos y los lleva a la autodestrucción.

«La gente vive la crisis casi de manera física. Ahora comprenden el sufrimiento, la intensidad y la tensión que emerge de la economía. Antes era más fácil rechazar las fotos porque no les afectaban, pero ahora el espectador está más sensible a unas imágenes que antes consideraba excesivas. Es más fácil tener empatía con la gente frágil y torturada».

 

Potente instalación

 

Por eso la retrospectiva es una nota a pie de foto. Un intento de que se entienda un mensaje a veces de difícil lectura entre tanta oscuridad. Una manera de hacerle justicia a su obra fotográfica. «Había muchas dudas sobre el trabajo de Antoine, a veces se ha malinterpretado, porque es difícil de entender y porque el mensaje no es evidente. Era necesario hacer una relectura», explica la comisaria de la muestra, Fannie Escoulen.

Para el equipo encargado de organizarla fue todo un reto resumir más de 20 años fotografiando la noche. Era necesario pensar en una instalación «lo suficientemente potente como para mostrar la fuerza del trabajo experimental de D’Agata», para que el mensaje fuera limpio y no haya más equívocos.

La solución fue forrar las paredes de la sala con fotografías con distintos tamaños y encuadres, dispersas, mezcladas las de ayer y las de hoy, las viejas y las nuevas. Situaciones más clásicas, más documentales, con otras más experimentales, las primerizas en blanco y negro con las últimas de color. A medida que avanza la cronología, su objetivo se va sumergiendo en una oscuridad cada vez más abrupta.

Cuerpos desnudos, muecas cadavéricas y carne de heroína camboyana. También soldados en la penumbra cisjordana de la segunda Intifada, paisajes derruidos. Todas hablan de la misma violencia del mundo, la urbana, la sexual o la bélica, de día o de noche. El mismo horror. Por eso, explica Escoulen, aunque «el ensamblaje no parecía fácil, sí funciona la comunión».

 

 

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Relato a dos voces

 

De las paredes emanan dos voces. Por un lado, la del fotógrafo «que explica como entiende el mundo en el que vive. El de la noche es el único en el que él puede existir. Para él es difícil enfrentarse a ese mundo real, con su violencia. Pero no se tapa los ojos, sino que lo afronta como un torero que entra a matar», dice su mecenas.

Junto a la de Antoine está el grito de sus mujeres, las prostitutas con las que ha compartido su vida, sus amantes, amigas y confidentes, compañeras de herida. «El tema central siguen siendo sus mujeres, victimas de la violencia del mundo. Con las que establece una relación tierna, a pesar de la dureza de las imágenes., las ayuda, con las que se enamora y mantiene relación de amistad», dice.

La serie ‘Ice’, que se expuso hace unos años en Madrid, es una bofetada en la cara. Por explícitas y duras. «La autodestrucción en estas mujeres es una reacción a la violencia que el mundo ejerce sobre ellas», explica el fotógrafo. «Yo tengo la libertad de entrar y salir. Ellas no. Solo tienen la capacidad de sobrevivir con sus medios. Las imágenes son un grito sincero, de denuncia inconsciente, no contra el hombre, sino contra el sistema. Sus palabras salen del silencio», dice.

 

Una tregua

 

La exposición descubre a un D’Agata escritor y cineasta. Por primera vez se exponen sus notas, su prosa íntima que apoya esa mirada. Tras el infierno de adicción que vivió en Camboya, estuvo 15 meses sin hacer fotos. Sufrió un bloqueo. La cámara de vídeo le ha ayudó a compensar el vacío que los narcóticos le dejaron y poder avanzar.

«Era una salida de urgencia», explica. No era una elección. La foto condensa la intensidad del momento. El vídeo no está en la accidentalidad del momento, hay otra intensidad y otra verdad, abre otras perspectivas. Su implicación en la fotografía ha sido tan dura que necesitaba el vídeo para poder avanzar.

‘Anticuerpos’ le ha aliviado, pero también agotado. Lleva varios días en París, de librería en librería, de sala en sala, predicando su mensaje. Tras años de evasión permanente, el eterno errante tiene ganas de echar el ancla.

 

 

 

Raquel Villaécija, elmundo.es (26/02/2013)

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Virxilio Vieitez, el fotografo de aldea que alojaba a un artista en su interior

 

Una muestra rinde homenaje al retratista pontevedrés que tuvo que esperar a la antesala de su muerte para ver cómo su rutinario trabajo se convertía en una obra de autor

 

 

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‘Fermín, Avelino, Bautista y Pepiño’, Soutelo de Montes, 1957. © VIRXILIO VIEITEZ, VEGAP, 2013

 

 

Virxilio Viéitez no era siquiera un fotógrafo de pueblo, acaso de aldea. Soutelo de Montes es un lugar de una parroquia de Forcarei que no llega hoy al medio millar de habitantes, pues la emigración se fue cobrando durante el pasado siglo el tributo de los vástagos de esta tierra hasta dejarnos a una señora enlutada que, ufana, posa con el receptor de radio que le envió su hijo desde las Américas. Un pueblo que se aferra a un objeto es el reverso del progreso y las personas (que no lo personajes) que se nos aparecen en las instantáneas positivan la huella de la posguerra y de otros tantos atrasos seculares.

El sujeto, en ocasiones, parece ser lo que tienen entre manos (un bolso, unas flores, un juguete). El fondo, cuando no es una maltrecha sábana blanca, también se revela como protagonista: los paisanos posan encima de una moto, delante de un camión, junto a un coche. Símbolos de estatus cuya propiedad les era ajena, incluido el vehículo que traslada a los novios a la iglesia, que pertenecía al propio autor. Aunque entonces no sabía que era tal, ya que la suya era una fotografía de subsistencia: disparar, revelar y [el arte de] cobrar. Su oficio, exceptuando el proceso químico, se parecía más al de un notario, un enterrador o un cura que da la extremaunción.

 

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Esperanza de Covas. Soutelo de Montes, 1960-1961

© VIRXILIO VIEITEZ, VEGAP, 2013

 

Virxilio Viéitez (1930-2008) aprendió en Palamós lo que era una propina de la mano del fotógrafo Juli Pallí, quien lo introdujo en el cuarto oscuro. Allí se curtió fotografiando a turistas extranjeros (que pagaban por adelantado y ofrecían alegremente el tintineo de la vuelta) antes de regresar a Galicia, donde retrató el paisanaje de la comarca de Terra de Montes.

Fotografía documental, temas universales: la vida, la muerte y, antes del tránsito, esos modestos placeres que otorga el fragor del vino. Básicamente, levantaba actas del nacimiento de un crío, de las celebraciones familiares y de la defunción del patriarca, que necesitaba ser registrada para dar fe de la inminente partija a los parientes/herederos que habitaban al otro lado del charco.

La foto de encargo se complementaría pronto con las exigencias del incipiente DNI, un carné de identidad que requería una pequeña imagen.

Viéitez fotografió así el rostro de Galicia, un frondoso árbol genealógico entre el que se abriría paso, décadas después, la hija del que en breve iba a ser considerado artista. Keta, cuyo padre le había prohibido en su infancia entrar en la sala de revelado que había dispuesto en su propia casa por temor a que la prole se envenenase, tuvo el arrojo de llevarse a hurtadillas hasta su habitación una caja en la que habían parido cinco gatos: cuando la abrió y desplegó sobre la cama los negativos, entendió que su padre guardaba un tesoro.

Cuando, ya jubilado, una fracción de su archivo se expuso en Vigo, Viéitez se quedó con la boca abierta. «Era un espectador ante su propia obra», recuerda Keta en Virxilio Viéitez. Más allá del oficio, un documental de José Luis López Linares que puede verse en Espacio Fundación Telefónica, cuya sede alberga la magnífica exposición sobre el, ahora sí, autor pontevedrés. Aquellas fotos de carné, ampliadas, se habían convertido en una obra cumbre de la etnografía. Viéitez llamó la atención de las galerías internacionales, la crítica se rindió a su Kodak y terminó frecuentando a Henri Cartier-Bresson, que había hecho lo mismo en Francia, pero con apellido compuesto. «Él también tenía fotografías borrosas, sin luz…», resoplaba el gallego al sacarle brillo a los errores del padre del fotorreportaje.

Porque él era un defensor de la imagen nítida, transparente. Fotógrafo certero, de una sola toma, sabía qué quería antes de disparar y disponía la escena a su antojo. Primaba el costumbrismo, aunque hay atisbos de realismo mágico. Siempre en blanco y negro, aunque la exposición –comisariada por Enrica Viganò– también plasma en color los pantalones acampanados que calzaban en los setenta sus familiares y allegados. «La foto no tiene el porvenir que tuvo», dijo antes de morir Virxilio, quien prefería la calle a la «fotografía de adentro», como él la llamaba. Sin embargo, hay que agradecer a su hija haberse colado en su laboratorio furtivo, adentrarse como un bandeirante en aquella tupida selva de celuloide y seleccionar, entre más de 50.000 negativos, el sobrante del trabajo de su padre. Un excedente que, medio siglo después, es arte.

 

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Familia de Luisa Iglesias y Sara de Arnelas, 1962. © VIRXILIO VIEITEZ, VEGAP, 2013

 

 

Virxilio Viéitez. Espacio Fundación Telefónica, Madrid. Hasta el 19 de mayo. Gratis. 
Público.es  (20/02/2013)

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Garcia Rodero, cuarta academica de las Bellas Artes

La fotógrafa ha sido elegida en primera ronda de las votaciones

 

«Me gustaría que Madrid fuese lo menos ciudad posible»

 

 

La fotógrafa Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) se ha convertido esta noche en la cuarta mujer que ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. García Rodero, el único nombre español en la prestigiosa agencia Magnum, la que fundaron, entre otros Robert Capa y Cartier Bresson en 1947, ha sido elegida en primera ronda de las votaciones. Su candidatura la habían presentado el fotógrafo Alberto Schommer, el director de cine Manuel Gutiérrez Aragón y el escultor Julio López Hernández.

 

García Rodero, autora del imprescindible libro España oculta, en el que retrató en blanco y negro las fiestas populares y tradiciones de pueblos españoles, se une a la conservadora Carmen Giménez en la Academia de Bellas Artes, elegida en mayo de este año, y ocupa el sillón que dejó vacante por fallecimiento el cineasta Luis García Berlanga.

 

Los académicos han elegido a la autodidacta García Rodero por «su mezcla de calidad técnica y potente testimonio de la realidad española». En una entrevista en este periódico, García Rodero, que se siente cómoda con la definición de «fotógrafa documental», aseguraba en su día que, aunque estudió pintura, se introdujo en la fotografía por la fuerza que posee «para comunicarte con lo que tienes delante». En cuanto a su querencia por el blanco y negro, la justificó por su sobriedad: «Al no tener la sensualidad del color, te ayuda más a que la fotografía o comunique o sea buena».

 

En los cursos a jóvenes fotógrafos que se acercan deslumbrados a esta mujer jovial les da consejos como este desde su experiencia: «Tuve que olvidarme de las timideces, los miedos y los vértigos. El reportaje es acción. Si pierdes las ganas de luchar quédate en casa porque el reportaje es tener ganas de luchar, tener una cabeza muy fuerte».

 

 

EL PAIS Cultura (18.02.2013)

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La fotografia ya es ARCOmadrid

 

 

Esta vez el problema no es la crisis, que también, sino la subida del IVA al 21%. Se muestre o se intente disimular, la situación económica pesa, y ARCOmadrid sigue sin ser una excepción. Aunque el número de galerías es sólo ligeramente inferior respecto a la última edición (201 frente a 215), se palpa en el ambiente de la que es la feria de arte española por antonomasia que las cosas, sin pintar del todo mal, no van tan bien como gustaría. En cuanto pones la oreja en una conversación ajena cazas al vuelo la palabra maldita.

ARCOmadrid abría justo ayer sus puertas en la Feria de Madrid, y durante los próximos cuatro días hay mucho margen tanto para el éxito como para el fracaso. En lo que respecta a ventas la mayoría de galeristas consultados son pesimistas pero cautos a la hora de hacer pronósticos. ¿Su arma frente a la crisis? Flexibilizar al máximo las formas de pago.

 

© Eduardo Parra, QUESABESDE.COM

Pero entre el pesimismo artístico general los amantes de lo fotográfico podemos estar moderadamente contentos. Si en años anteriores hablábamos de reconciliación, esta vez podemos certificar que la fotografía no se cuela en ARCOmadrid: la fotografía ya es ARCOmadrid.

Muy lejos quedan ya las imágenes provocadoras por las buenas. Aquí hay fotografía de calidad y sobre todo mucha fotografía social y reivindicativa, algunas pinceladas de reportaje y pocas, muy pocas, fotos desenfocadas.

 

© Eduardo Parra, QUESABESDE.COM
© Eduardo Parra, QUESABESDE.COM

Retratos de Álvaro Laiz (arriba) y Angélica Dass. 

En nuestro periplo por los dos pabellones que ocupa ARCOmadrid descubrimos los mismos especímenes de siempre. Desde el trajeado hombre de negocios que parece no encajar en el lugar hasta la estrafalaria personalidad que uno no sabe si está de visita o forma parte de un estand. Entre la jauría encontramos una azafata -una de tantas- que se da una pequeña vuelta por la feria. «Algunas fotos me gustan -comenta- pero no pagaría lo que piden por ellas ni aunque pudiera. Quieren llevar el arte a la gente de la calle, pero siguen manteniendo los precios para ricos.»

Conmocionados por semejante ejercicio de sinceridad proseguimos nuestro paseo sin orden aparente, dejándonos llevar entre los amplios -muy amplios- pasillos. Vemos la impactante obra de la siempre destacable Cristina García Rodero, el elegante trabajo sobre la diversidad racial de Angélica Dass y los llamativos cromos de Richard Mosse. Sin duda alguna la fotografía ya no es el bicho raro del arte.

 

© Eduardo Parra, QUESABESDE.COM

Fotografías de García Rodero. 

La prueba la encontramos unos pasos más allá, en la Galería Carles Taché: una pequeña serie del trabajo de Fernando Moleres colgada de una de las paredes más visibles del estand. El hombre que da nombre a esta galería nos explica que la fotografía, como la pintura o la escultura, es «una de las cualidades que buscamos». Lejos de minusvalorar la imagen fija, Taché es un firme defensor de ella: «Decir que la fotografía es arte de segunda es una irresponsabilidad, una estupidez. La fotografía, de ARCOmadrid, no se va a ir.»

Si tuviéramos que condensar la vertiente fotográfica de ARCOmadrid en una sola palabra hablaríamos de contundencia. En efecto, la fotografía de ARCOmadrid 2013 es dura, impactante. Las obras de Allan Sekula, que recogen los trabajos contra el chapapote del Prestige, o los retratos firmados por Álvaro Laiz son un pequeño ejemplo de ello.

 

© Eduardo Parra, QUESABESDE.COM
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Obras de Mosse (arriba) y Moleres.

 

Pero es que incluso la belleza es contundente. Lo certificamos con las imágenes de Ángel Marcos, una pequeña serie de deliciosos paisajes del Gran Cañón que hipnotizan. Son fotografías que «conforman la identidad más placentera de cada uno», explica su autor, «una necesidad de huir de la copia». Respecto a ARCOmadrid, Marcos lo tiene claro: «La fotografía tuvo un ‘boom’ y ahora se está poniendo en su sitio; creo que está perfectamente instaurada en el estatus del mercado del arte.»

Cae la tarde, y aunque son sólo dos pabellones, el laberíntico montaje hace mella en nuestras rodillas. Pasamos la bolsa de la cámara por el escáner de rayos X (no sería la primera vez que desaparece algo) y nos encontramos con una «hipster», cámara en mano, tan de manual que casi parece disfrazada. ¿Qué te ha parecido?, le preguntamos a bocajarro a sabiendas de que los segundos que tarda su bolsa en pasar por el escáner la obligan a contestar. «No está mal… me alegro de no haber pagado la entrada.» Amén.

 

© Eduardo Parra, QUESABESDE.COM


Ángel Marcos, también presente en ARCOmadrid.

 

 

 

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Las musas de Man Ray viajan a Londres

La National Portrait Gallery reúne por primera vez los retratos del artista

 

 

La fotografía ‘Le Violon d’Ingres’, en la exposición londinense de retratos de Man Ray. / F. Arrizabalaga (EFE)

 

 

Man Ray, uno de los artistas más imaginativos y versátiles del siglo XX como exponente de los movimientos dadaísta y surrealista, se consideraba un pintor por encima de todo. Solo aprendió el dominio de la fotografía —y de forma autodidacta— para documentar y reproducir sus piezas de arte, pero acabó revolucionando el género con técnicas innovadoras y un estilo muy personal que inmortalizó a una vasta nómina de celebridades de su tiempo. La National Portrait Gallery ha conseguido reunir en Londres (hasta el 27 de mayo) una destacada muestra de esa colección de retratos, con un centenar y medio de imágenes que abarcan desde su amistad de juventud con Duchamp y Picasso hasta su desembarco en un Hollywood repleto de estrellas.

 

La primera exposición que brinda Reino Unido al Man Ray retratista incluye fotografías conocidas, puesto que muchas pasaron a la posteridad por la destacada personalidad de sus protagonistas y aparecieron en las portadas de publicaciones de su tiempo, aunque también suma imágenes inéditas para el público británico.

 

Nacido en el seno de una familia de inmigrantes ucranianos de Filadelfia, el encuentro de Emmanuel Radnitzky (1890-1976) con el artista francés Marcel Duchamp embarcó al antiguo estudiante de arquitectura y pintor vocacional en el experimento dadaísta y escoró su incipiente carrera hacia el arte de vanguardia. Duchamp, su mentor y gran amigo de los tiempos de Nueva York, aparece retratado en 1916 de espaldas a la cámara, la parte posterior del cráneo rasurada en forma de estrella. Solo la enorme pipa que sobresale tras la cabeza permite identificarlo.

 

Aquella alianza artística y personal animó a Man Ray, desde entonces su nombre de guerra, a trasladarse a París en 1921, una época de la que datan sus primeras fotografías de Pablo Picasso, a quien definió como “un hombre que reacciona violentamente a todos los impactos, pero tiene un único medio para expresar sus sentimientos: la pintura”. El Picasso de aquellos tiempos posa con la cabellera repeinada, corbata y chaleco, un atuendo formal que solo aparece desbaratado por un jersey de lana clara que sustituye a la chaqueta. En años sucesivos volvería a ser el centro del objetivo de Ray, con una actitud especialmente distendida en compañía de Jacqueline.

 

El poeta, dramaturgo y director de cine Jean Cocteau o el arquitecto Le Corbusier destacan entre los modelos del fotógrafo, así como la escritora Virginia Woolf (portada de la revista Time) durante una escapada del autor a Londres, si bien la gran protagonista de su etapa parisina es la amante, modelo y posterior colaboradora Lee Miller, personaje esencial en la singladura de Ray.

 

La enorme reproducción del perfil de Miller abre la exposición de la galería. La imagen de esa belleza rubia y de corta cabellera invierte parcialmente las zonas de luz y las oscuras, con un reborde que subraya el contraste. Los numerosos retratos que el artista ejecutó de su musa proyectan una modernidad por encima de los años treinta en los que fueron ejecutados, o ilustran la fascinación de los surrealistas por las formas femeninas.

 

El estallido de la II Guerra Mundial forzó el regreso de Ray a su tierra natal y la inmersión en los estudios del cine hollywoodense, donde él mismo se autorretrató. Allí conoció a la que se convertiría en su compañera durante los siguientes 37 años, Juliet Browner, y fotografió a la “absolutamente cautivadora” Ava Gardner, vestida con el atrezzo de la película Pandora y el holandés herrante (1951). Se trata de imágenes que distan mucho de los proyectos experimentales que definieron su primera etapa, en unos tiempos donde ya se había consolidado como reclamado fotógrafo.

 

El juego artístico e irónico a base de “objetos encontrados” que cultivara con Duchamp reaparece en la imagen que cierra la exposición, tomada tras el regreso de Ray a París, donde falleció a los 86 años: Catherine Deneuve, recién filmada la cinta Belle de Jour con Buñuel, posa en 1968 para la cámara de Man Ray rodeada de objetos personales del autor, de símbolos de su vida y de una obra singular.

 

 

EL PAIS. Cultura (14 Feb 2013)

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El fotografo sueco Paul Hansen gana el World Press Photo

El fotógrafo muestra la desesperación de dos hombres con los cadáveres de sendos niños en brazos. El galardón cumple su 56 edición como el más importante de su clase

 

FOTOGALERÍA

Un grupo de hombres trasladan los cadáveres de dos niños en Gaza. (20 de noviembre de 2012). / PAUL HANSEN

 

El fotógrafo sueco Paul Hansen ha ganado la 56º edición del World Press Photo, correspondiente a 2012, con una imagen de Gaza. La imagen muestra la desesperación de dos hombres palestinos que llevan el cadáver de unos niños, muy pequeños, envuelto en sábanas blancas. El galardón es el más importante de su clase en el mundo, y al jurado le ha impresionado la forma en que Hansen ha sabido plasmar esa tragedia: “Ahí está todo, el dolor y el enfado; la desesperación y la pérdida. La fuerza de la foto radica en ese contraste con la inocencia de los pequeños. No se puede olvidar”, ha dicho Mayu Mohanna, miembro peruana del jurado.

Hansen, que trabaja para el diario sueco Dagens Nyheter, explica que los hombres llevaban a los menores por las calles de Gaza hasta la mezquita. El cadáver del padre sigue detrás, en una camilla, y envuelto también en lienzos blancos. Los chicos, Suhaib Hijzi y su hermano, Mohamed, tenían dos y tres años y perecieron en el bombardeo que destruyó su casa. El misil que reventó el edificio provenía del Ejército israelí.

El fotógrafo español Bernart Armangué (Barcelona, 1978) gana en la categoría de Spot news stories (historias de actualidad) con una imagen también tomada en Gaza, el pasado noviembre, para la agencia Associated Press donde trabaja.

 

Gaza (Noviembre de 2012). / BERNART ARMANGUE

 

Daniel Ochoa de Olza obtiene un segundo premio en la categoría de Retratos con un reportaje del regreso a los ruedos del torero Juan José Padilla. El fotógrafo también trabaja para la agencia AP. Emilio Morenatti se hace con un tercer premio en la categoría de temas contemporáneos, con una serie de imágenes de las manifestaciones de Barcelona contra los recortes, el 29 de marzo de 2012, para AP.

 

El español Samuel Aranda fue el vencedor del certamen en 2011, con la imagen de un herido en Yemen durante las revueltas de la primavera árabe. Publicada en The New York Times, y tomada en la capital Sana, mostraba a una mujer cubierta con un velo consolando a un familiar herido.

El World Press Photo fue creado en Holanda en 1955, cuando los fotógrafos nacionales transformaron su propio concurso en uno internacional. El primer trofeo fue entregado en Ámsterdam. La Cámara de Plata holandesa se sigue otorgando, pero el poder de convocatoria de World Press Photo fue inmediato: el primer año, 42 fotógrafos de 11 países presentaron 300 imágenes. Para 1990, los aspirantes al premio sumaban ya 1.280 llegados de 64 países y con 11.043 fotos. Esta vez, han sido 5.666 candidatos de 124 países, con 103.481 fotos en mano. Además de 10.000 euros en efectivo, el ganador Hansen se llevará una cámara Canon y un lote de lentes.

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